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Un tema nada 'light': aceite de palma

  • Leire Albite
  • 26 abr 2017
  • 3 Min. de lectura

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En el último mes el Congreso aprobó instar al Gobierno a mejorar la información ofrecida al consumidor sobre productos que contengan aceite de palma. Sin embargo, la sombra de este aceite es alargada y ya se puede incluir en la lista de los alimentos polémicos, junto con el panga o el azúcar.


El aceite de palma, de origen vegetal, proviene de mesocarpio de la fruta de la palma Elaeis guineensis. Este ingrediente lo encontramos en bollería industrial, galletas, cereales, margarina… Es decir, en los alimentos procesados. Es más, sólo está en este tipo de alimentos. Este hecho, como cabe imaginar, es calificado como agravante.


Al igual que el pescado, el aceite palmítico ha sufrido una campaña de desprestigio en el que el único mensaje que ha sobrevivido es que supone un riesgo para la salud. Es cierto que este tipo de aceite está relacionado con un aumento de los niveles de colesterol en la sangre y con distintas enfermedades cardiovasculares, pero por este motivo es importante poner la información en su sitio y remarcar que el Parlamento Europeo hace mayor alusión a cuestiones de sostenibilidad y medioambientales que no a alimentarias o de salud.


Esto me remite al artículo publicado por Toni Massanés, gastrónomo y director de la Fundación Alicia, titulado “¿Sabemos lo que somos si no sabemos lo que comemos?”. En el texto se introduce el concepto de Gastro-anomia acuñado por el sociólogo Claude Fischer. Según la RAE, la anomia es definida como el conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación. Dicho de otra forma, antes todas las culturas tenían unas normas de la buena cocina y del buen comer; en cambio, hoy en día este conocimiento se ha colapsado no por la falta de normas, sino por un exceso de ellas.


Por si esto poco, estamos sometidos a un bombardeo de información en el cual cuanto más simple es el titular, más eficaz es. De esta tendencia nace un desconcierto palpable cada vez que un nuevo ingrediente es proclamado enemigo como, en este caso, el aceite de palma.


Si bien los medios de comunicación dan lugar a la confusión cuando focalizan toda su atención en un producto en concreto -también aplicable a otras informaciones- había una época en la que ciertos términos en publicidad llevaban a engaño. Por esto, hace unos años la Comisión Europea tomó cartas en el asunto y reforzó la regulación que limita el uso de palabras como ‘light’ o ‘bio’.


Desde 2006, los yogures no pueden contener la palabra ‘bio’ en sus nombres y, por extensión, en su etiquetado. Sólo los alimentos que sean ecológicos pueden presentarse como ‘bio’ y la empresa Danone, que en ese momento tenía un producto bajo ese término, se vio obligada a cambiarlo por Activia. ¿Qué supuso para Danone este cambio? La empresa tuvo que invertir entre siete y nueve millones de euros para que el consumidor identificara el cambio. Otro de los afectados tras la entrada en vigor de esta normativa fue Leche Pascual que tuvo que cambiar su marca BioFrutas por Funciona y, por último, lo que ahora conocemos por Bifrutas.


Así, de igual manera que estos productos modificaron su nombre y etiquetado, aquellos que tengan entre sus ingredientes el aceite de palma deberían indicarlo sin que induzca a error. De esta manera, el consumidor tendrá en su mano la elección de compra de estos alimentos que, tomados de forma esporádica y dentro de una dieta equilibrada, no son malos. De aquí en adelante habría que pensar qué implicaciones tiene el consumo del aceite de palma tanto para la salud, como para el medio ambiente y valorar cómo de importantes son estas últimas.


¿Qué opinas sobre el aceite de palma? ¿Has eliminado de tu dieta alimentos que contengan este aceite vegetal? Cuéntanoslo en cualquiera de nuestras redes sociales: Facebook, Twitter e Instagram.



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